¿Quién es?
Dibujante, pintor, fotógrafo y hombre de letras Ecuatoriano, Fabián Patinho es una vorágine de producción cultural. Su mirada atenta y su sensibilidad se hacen notar en Ana y Milena, tira que retrata a la mujer Quiteña y que lleva ya varios años en diario El Comercio de Quito.
Cuando yo era un niño de cuatro años, mi padre cogía el periódico y me daba las tiras. Yo empecé a leer así. Por eso yo entre a los cuatro años a la escuela. Las tiras cómicas eran únicas para mí.
Pensaba, “ojala un día pueda hacer yo una tira cómica…” Pero, siempre creí que las tiras cómicas eran asunto de superhéroes, de gente extraterrestres que tienen alguna capacidad…
Pensaba, “ojala un día pueda hacer yo una tira cómica…” Pero, siempre creí que las tiras cómicas eran asunto de superhéroes, de gente extraterrestres que tienen alguna capacidad…
Tú llevas años trabajando con el dibujo, pero tu tira Ana y Milena ¿cuánto tiempo lleva en los medios?
Son cinco años, es la tira más estable que ha habido en el Ecuador, afortunadamente.¿Es la única tira ecuatoriana que sale en los medios?
En los medios masivos, como por ejemplo El Comercio o El Universo, es la única tira nacional. Ha habido otros intentos, pero no han tenido continuidad, al cabo de un año como mucho se han terminado. Salió un libro recopilatorio de Ana y Milena recién, y digamos que tiene su acogida.
¿Cuál fue tu motivación para escribir una tira sobre dos mujeres, de dónde surge? No diría que es un humor que no entienden los hombres, pero si diría que es un humor que quizás difícilmente un hombre podría escribir.
Cuando yo era un niño de cuatro años, mi padre me daba la sección de tiras del periódico. Yo empecé a leer asi. Por eso yo entré a los cuatro años a la escuela. Las tiras comicas eran únicas para mi. Pensaba, “ojala un dia pueda hacer yo una tira comica…” Pero, siempre creí que las tiras cómicas eran asunto de superhéroes, de gente extraterrestre que tienen alguna capacidad…
Era un dibujante digamos algo competente, pero nunca he sido un virtuoso; el dibujo lo he puesto al servicio de mi discurso. Por casualidad una amiga (Victoria Orihuela) hizo una pasantía conmigo de arte -se acostumbra que estudiantes de arte entren como asistentes al estudio de un artista-. Esta amiga me dijo que hagamos un proyecto concreto. Yo tenía muchos planes, ideas para novelas gráficas, pero no algo en concreto. Le dije que tengo una tira comica algo esbozada en la cabeza… y entonces ella prácticamente me obligó. Sin ella nunca la hubiese empezado en serio.
En cuanto al tema de las mujeres, creo que conozco bastante a las mujeres… Créeme, eso no sirve de mucho (risas), para lo que te imaginas. Pero, conozco mucho el mundo de las mujeres. Yo crecí con cinco hermanas mayores, entonces sé los entresijos del mundo femenino. Y he tenido muchas buenas amigas de toda la vida, me gusta mucho hablar con las mujeres, y creo que ahí radica la posibilidad de que pueda plasmar en una tira cosas que les pasan. No creo que sea una tira feminista (¡Dios no quiera!), pero se centra en su mundo.
Me llama la atención porque a veces se excluye al publico femenino del mundo de la historieta…
A las mujeres les gusta mucho porque no es caricatura, pues es anatómicamente correspondiente, no agrando narices ni mucho menos. Básicamente intento retratar a la mujer quiteña. Pese a que soy de Cuenca, una ciudad sureña, y vine acá adolescente.
En cuanto a tu aproximación a lo erótico, a la sugestividad en las poses, el guiño a la sugestividad estilizada, lo que casi se ve pero no se ve, ¿de donde partes o cómo te aproximas a eso? Tambien eres fotógrafo, se nutre de algo de eso tu tira?
Yo creo que en genereal toda mi obra, como los aforismos, la fotografía o la historieta no llegan al desnudo, no llegan a lo explícito. Siempre es muy sugerido. Considera que Quito es una ciudad franciscana, con índices bucólicos todavía muy marcados, tenemos el conservadurismo muy encima. Hacer desnudo es un poco pretensioso. A mí nunca me gustó el desnudo total. Trabajo fotografía de toda la vida y el retrato desnudo me pareció que estaba en todas partes. Podía yo decir más ocultando que mostrando. Eso lo trasladé a la tira y, bueno, tenia que seducir también…
Yo soy muy vago a la hora de trabajar. Si yo pudiera pasarme tirado todo el día viendo televisión sería feliz… por eso, una de las razones por las cuales me es agradable pintar, es que estoy pintando mujeres. Hay un nivel de seducción que tengo al rato de pintar: me seduce hacerlo y luego me seduce verlo. Por eso el erotismo se mantiene, es el erotismo que me engancha. Yo difícilmente podría ponerme a pintar paisajismo, me daría mucha pereza, no es lo mío, no está en mi discurso.
Los rostros de tus mujeres son casi reales, ¿ son creación de personajes, o tu te basas en tu trabajo de fotografía?
Todas son creaciones. Si te fijas todos los rostros de las mujeres en mi tira son el mismo, sólo cambia el peinado. Para hacer una tira cómica,tienes que hacerlo rápido, tienes que solucionarlo inmediatamente. Para la portada del libro sí me posaron dos chicas porque quería acercarme al hiperrealismo.
Otra característica de los comiciastas (hay un termino acá que es comiquero, pero prefiero comiciasta, o realizador de comic), es que aprendemos solos. No hay escuela. El Eduardo Villacis lleva algunos años en la universidad formando gente, pero los de la vieja guardia que somos de 30 y más aprendemos el oficio solos, porque no es lo mismo lo que te enseñan en la facultad de artes o de diseño. El proceso de una tira cómica tienes que vos crearlo: saber qué te conviene y ajustarte a las posibilidades y a los tiempos. Ajustarte a los plazos que te da un diario. El periódico es muy buen maestro, (para escritores y fotógrafos también), porque tienes que crear el oficio a la fuerza. Puedes aprenderlo en la universidad, pero en el día a día, en el trajín de la calle, aprendes el oficio. Yo mejoré muchísimo mi dibujo trabajando para El Comercio. No sólo la tira comica, pues empecé a hacer ilustraciones para revistas del periódico. Te pueden dan un tema huevón, un tema nada estimulante, como los ingresos per capita o algo así ¡y tienes que plasmarlo hasta las cuatro de la tarde!
La mayoría de los comiciastas dibujan diez veces mejor que yo, son virtuosos, pero, al no estar metidos en un ritmo constante su estilo puede acartonarse… se vuelve poco permeable. Y por eso yo agradezco poder trabajar para medios y revistas.
Que historietas te marcaron de pequeño?
Hugo Pratt… tengo toda la colección de Corto Maltes porque para mí es el mejor comic de la historia… y, me gusta Bilal, Manara, Prado, mucho comic europeo. Los consumí toda la vida. Aparte, ¡que difícil es conseguir aquí comic books!. ¡Tenias que buscar mucho! Las veces que salíamos al extranjero, tal vez Buenos Aires, ibas a una tienda de comic y flipabas.
Yo no he sido un gran coleccionista de comics. Debo tener la vigesima parte de lo que tienen los coleccionistas. Pero, te forma muchísimo leer comic, acercarte minuciosamente, al lenguaje, porque aprendes, y una vez que lo puedes ver plasmado (y mejor aun impreso) te das cuenta si funcionó o no. El error es un gran maestro.
Se ve mucho de moda y actualidad en tu tira…
Generalmente en una tira comica todos visten igual, siempre. Yo les varío el atuendo porque ellas son chicas fashion. Yo he hecho investigación sobre moda, y la relación de la moda con la historia en general, entonces me es muy próximo. Eso también hace que se vuelvan muy contemporáneas y que se estén constantemente poniendo al dia.
Resalta en tu tira la gestualidad de tus personajes, varían mucho las poses de las manos, ¿es eso un referente de fotografía, siempre te ha gustado un enfoque minucioso asi?
Al principio hubo un referente de fotografía, sobre todo porque yo necesitaba la gestualdad de las mujeres… El primer año tenia siempre a mano unas cuantas Cosmopolitan y una Vogue, para echar un vistazo. Pero ahora el oficio me enseñó a hacerlo de memoria.
¿Qué ha sido para ti lo mejor de realizar Ana y Milena?
Uno de los momentos más emocionantes fue cuando yo entraba a una librería de Mr. Books acá, y la mama le estaba comprando a una niña de 12 años Ana y Milena. Yo me quede de una pieza. No es tan infantil mi tira, pero fue muy emocionante que una niña estuviera comprando, y más el dependiente me miro, y dijo “ese es el autor”, entonces le firme, y la niña quedo muy feliz. Solo ese pequeño momento me satisface montón de otras cosas más de la tira.
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Aprovechándote como humorista, te preguntaría ¿que te parece que son algunas de las fuentes del humor ecuatoriano?
La realidad nuestra, la contradicción (y eso es la tira). La contradicción entre una ciudad atávica, franciscana y un intento por contemporaneisarse, por mantenerse al día, por ser moderna. Si tu ves la ciudad es totalmente una ciudad de contrastes: el centro de Quito es muy colonial, y luego ves edificios de Star Wars a ratos; la contradicción convive mucho con nosotros, está en nuestra cultura. Aquí hay un estilo de bromear muy común; te dicen: “estás con cuernos… ¡no mentira!” Dices algo y luego te retractas, te amilanas, dices que no quisiste decir aquello, pero lo dices mojigatamente: eso es muy quiteño.
Otra cosa que mejora mucho el humor de acá es que estamos empezando a reírnos de nosotros. Somos una cultura un poco resentida, sino muy resentida, con problemas de castración muy grandes. El Ecuador al inicio del Siglo XX era del tamaño de Perú. Ahora es un país chiquito. Muy despolillado por todas partes. Tenemos muchos problemas de castración, nos sentimos muy disminuidos en el sentido de nuestra autoestima. Aparte ha sido un país a la sombra de países más rutilantes como Colombia y el Perú. Nadie sabe qué es Ecuador, este minúsculo coso en Sudamérica. Eso nos ha creado unos grandes complejos. Y esto lo hemos sublimado constantemente, en todo, pero sobre todo en las artes. Brota ahora en una especie de paroxismo que cae en lo pretensioso. Pero afortunadamente ya empezamos a reírnos de nosotros mismos, a reírnos de esas cosas, de nuestra historia, de lo que somos.
Somos un país muy racista también. Todos los que van con la camiseta del Ecuador al estadio y gritan “¡Ecuador, Ecuador!” son los más racistas, son los que le miran la cara a un negro y a un indio pero no lo saludan. Imagínate: había una discoteca que se llamaba Mi País, y no entraban negros ni indios. Ese nivel de contradicciones está muy adentro de nosotros y es una enorme fuente de humor.
Luego, burlarse de las normas: aquí todavía es posible. Burlarse de nuestras reglas emocionales, y sociales es complicado porque todavía hay mucha sensibilidad. Es curioso pero hay gente que se cree aludida en mi tira, y no es verdad. Hay un personaje que se llama Mat, y hubo un amigo que se enojó porque estaba seguro que era inspirado en él. Y hubo otro amigo que por el mismo personaje era feliz! Decía, “ ¡Guau! Yo soy el Mat. Vos lo creaste por mí.” Yo juego algo con esos mecanismos de inseguridad que hay acá. El ego es muy frágil. Es hielo muy delgado. Ahora con el nuevo régimen que tenemos hay muchos índices de patriotismo exacerbado, y ese es un terreno muy fértl para el humor, pero de cuidado. Afortunadamente se pilotea, se canaliza en eventos de cine, de música y, con suerte, de cómic… las artes visuales aquí si tienen una historia más solida. A estas otras que están empezando en algo les ayuda y se da la catarsis que necesitamos.
Cuéntame de la prehistoria del comic actual ecuatoriano: ¿hubo intentos de revistas, movimiento?
Estuvo la revista Traffic, que es donde conocí a Eduardo Villacís, hace un millón de años. Yo tenía 16. Entré a la revista como diseñador, y él hacía los comics. Yo no lo podía creer. ¡Dije, sí se hacen cómics en el Ecuador! El Eduardo fue un gran sensei en esas épocas. Ahora somos colegas, tenemos nuestros propios procesos, pero con él aprendí mucho.
Hay otra revista que se llamó XOX, que la sacó Adn Montalvo, otro gran dibujante (la mayoría trabajan como ilustradores o diseñadores, creo que yo soy el único que no es diseñador). El Wilo publicó su libro “La Línea”, etc.
La prehistoria de nuestro comic está ligada la publicidad. Pastillas para el dolor ilustradas, cosas así. Se dice que en Ecuador la historia del cómic tiene 100 años, pero es mucho de esto. Luego bastante cómic político, cuyuntural; pasquines que salían en los años 20 para criticar al régimen de turno. La caricatura política acá sí tiene largo raigambre. El cómic es un poco más nuevo. Una publicación importante fue Secreciones del Mojigato de la cual salió un solo número, con obras de Bonil o Hugo Idrovo. Está también Santibáñez de Guayaquil que sacó la revista Ficcionica, y ha publicado un par de libros.
Otra cosa a la que ahora me opongo totalmente es a hacer exposiciones de cómic. En esas muestras ponía cada quien algún cómic que habían hecho, algunas reimpresiones digitales, y listo. Yo me cabreé ya de hacer eso, porque primero las impresiones son horribles y segundo porque el cómic es una publicación. La esencia del comic para mí está en una revista, algo con que golpear a una mosca (risas), para tenerlo en el baño… yo crecí así, con el comic bajo el brazo. El cómic tiene que estar en un kiosco, junto con los diarios y las revistas porno (risas).
He escuchado que Cuenca es una ciudad conocida por las artes, ¿has vuelto a Cuenca, a tu ciudad natal?
No me lo había planteado. Uno de mis sueños recientes es volver a Cuenca y hacerme relojero a los 60 años. Me gustan los relojes. He hecho ya un par.
Yo tengo mucha bronca con Cuenca en muchas formas. Puede ser una gran ciudad para las artes, toda mi familia es de artistas, de hecho, pero hay cosas que me joden mucho de la ciudad. Hay mucho machismo, mucha violencia intersocial: esas cosas me hicieron salir de Cuenca, venir a Quito y relajarme un poco más. No la he visto a Cuenca desde esa perspectiva, de ir a retratarla como está. Igual a la patria siempre se vuelve, a la infancia siempre se vuelve alguna vez.
Mencionabas que varios miembros de tu familia son artistas, ¿a que se dedican?
Mis hermanas son escritoras y mis hermanos pintores. Siempre estuvieron muy apegados a eso, a crear. En Cuenca es muy posible eso: la música, las artes, las letras son muy parte de las familias. Es normal. Eso me ayudó mucho.
Tú también eres escritor, cosa que obviamente afecta tu trabajo de historieta. Como lector ¿que te gusta leer?
Yo aprecio muchísimo a Oscar Wilde, a Scott Fitzgerald, a la generación perdida: Hemingway, Dos Pasos, Faulkner… me gustan también mucho los Beatniks.
Yo vengo de una familia humilde, pero en mi casa nunca faltó un libro. Yo fregaba mucho porque somos ocho hermanos, y mi papá se lastimó una pierna por lo cual mis padres tuvieron que trabajar muy duro, igual todos mis hermanos. Yo –el último- fui el afortunado mimado que tuvo las oportunidades. Porque pese a todo siempre había libros en mi casa, y eso me ayudó vitalmente: te forma de muchas formas, te da mucho bagaje para aplicarlo en lo que sea después.
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