lunes, 12 de enero de 2015

Charlie Hebdo

El mundo se ha conmocionado después del ataque de fundamentalistas islámicos a las oficinas de la revista satírica francesa Charlie Hebdo. El mundo perdió a cuatro grandes humoristas, de una sola patada. Las reacciones, desde la extrema izquierda hasta la ultra derecha, parecen promover un respaldo inequívoco de la “libertad de expresión”. Hasta aquí todo bien, a pesar de la obvia manipulación mediática por medio de hipócritas como Murdoch y compañía, quienes sin duda detestaban (si es que leían) a Charlie Hebdo. La derecha europea se reorganiza, nuevas y recrudecidas leyes antinmigrantes se preparan en el tintero, y el mundo occidental anota otra victoria moral contra el Islam…

Los humoristas y caricaturistas del mundo, dolidos, reaccionan de forma diversa pero no por ello menos comprometida. Nada parece tener sentido en un mundo donde el humor puede ocasionar la muerte. La solidaridad ante todo.

Y sin embargo… ¿no será que algo se nos está escapando, desde la perspectiva miope (y EStalloneiana) que tenemos del Islam? Con relativamente poca población musulmana en Latinoamérica, pocos tenemos referentes que ayuden a entender una de las religiones más importantes del mundo, abanderada por cada cuarta persona en el planeta. ¿Sabías que el Islam atraviesa un momento clave en su historia, cosa que los noticieros casi o nunca mencionan? Una reforma religiosa de primer orden, mediante la cual se está promoviendo la interpretación personal del Corán, así como la relación directa con Dios, sin sacerdotes o instituciones religiosas mediante. Algo que solo es comparable con la reforma Protestante en Europa, que dejo apenas algunos millones de muertos, desató guerras de 100 años, y sembró caos en toda Europa. En aquellas fechas, la fe se defendía con la espada, y las ideas se promovían a punta de plumilla.

Adelantándonos 500 años, y ¿qué ha cambiado? La intolerancia religiosa abunda, y se confunde con el racismo, heredado y aprovechado por el sistema colonial cuyos centros de poder aún nos rigen. La caricatura y el humor predican siempre atacar desde abajo, a los poderosos. El trabajo del caricaturista crítico es publicado, siempre y cuando sus blancos sean figuras electorales, reciclables como el sistema que los produce. El aparato político para controlar a las masas es un elemento del mismo sistema económico que no permite se le critique en los medios. Nuestra falta de mundo se exhibe en la sección internacional de cualquier publicación: se habla desde y para Occidente. Ese club al cual nuestras elites locales son subscriptores de tiempo compartido. Los temas internacionales, con la excepción de algunas plumas ilustres, frecuentemente se tratan superficialmente, y de forma burda, también en el humor. El humor anti-religioso (o quizás mejor dicho anti-católico), loable en sus mejores momentos por exhibir a las estructuras de poder que nos rodean, sembrando la duda y haciendo de fanáticos personas críticas y pensantes, resulta penosamente insuficiente como antecedente para entender y/o criticar al Islam. El humor laico muchas veces comparte asiento con las mismas estructuras de poder que producen la imagen mediática del árabe y musulmán como terrorista y fanático.

No es que “ellos” estén atorados en el pasado, y “nosotros” los observemos desde el cómodo asiento de la modernidad. ¿Será que un dibujo obsceno de la Virgen no causaría polémica hoy en día? Yendo aún más lejos, la revista más polémica de Francia, famosa e infame, orgullosa de su tradición republicana, no se ha podido deslindar de una mirada externa al problema del fanatismo musulmán, de una mirada con pretensiones hegemónicas, burlándose del Islam, y por ende la cultura de muchos de los nuevos arribados a Francia con la misma sorna que los ya indiferentes blancos tradicionales de Charlie. 

Tenemos que reconocerlo, el cuadrilátero se ha ampliado con el internet, y algo dicho o dibujado en una parte del mundo inmediatamente puede cobrar un significado agregado e repercutir globalmente, impulsado por los aires tempestuosos e impredecibles del humor del Twitter y las redes sociales. Ese chiste, tradicional, siempre tan bien recibido en la provincia donde fue publicado, causa estragos al ser recibido por un lector que no cabe el perfil del medio original. Digo “provincia” a sabiendas de que provoca ruido, para señalar precisamente, la reacción provinciana e unilateral que subyace casi toda la conversación sobre la tragedia. “Occidente, vulnerado en sus tradiciones de libre expresión, se arma de valor y de”—CORTE. Dejemos de ser tan ingenuos. El hecho de que los atacantes de Charlie fuesen argelinos es casi igual de significativo que su religión. Son productos de y víctimas de una política colonial inacabada, una herida abierta que se torna fácil blanco para reclutamiento por el fundamentalismo islámico.

Los chistes de Charlie representaban a un reto para crecer y reír. Un reto inacabado, que continuará haciendo eco… Risible para algunos, y a la vez explotadas por las franjas extremas del pensamiento religioso y la derecha política europea. Un chiste tirado al aire de la opinión pública y mal aterrizado en oídos fundamentalistas, con pésimos resultados…

La solución, si es que la hay, no es dejar de hacer humor. Si algo indican la inmensa cantidad de nuevos dibujos del profeta, es que no hay vuelta atrás en el asunto, pero siempre será un tema complejo, que deberá ser encarado con la responsabilidad y seriedad que subyace la construcción de un gran chiste. Cuidemos de caer en la penosa complicidad con las derechas que festejan a Charlie como una prueba más de la “libertad” en nuestras sociedades consumistas y parapoliciacas, cada vez más invasivas y controladoras. Seamos críticos en nuestra crítica, buscando información y mesura cuando de una cultura ajena se trata. Y sigamos participando, cada quien desde su tintero, en esta discusión que apenas comienza…

-EL HISTORIETÓLOGO

No hay comentarios:

Publicar un comentario