Entrevista por Nelson Chávez Herrera
Dos nombres consolidan en el siglo anterior la caricatura como humorismo gráfico en Venezuela: Leoncio Martínez “Leo” y Carlos Galindo “Sancho”. Con la debida consideración de Alfa, Medo, Pardo, Yepes, Muñoz, Zapata, Régulo, Casabito, Agra, quienes falten y colmen este valioso inventario, Leo y Sancho cada uno en su estilo, son pioneros, fundadores de escuela. Leo creó y dirigió uno de nuestros primeros semanarios humorísticos: Fantoches. Sancho arranca en el “El Morrocoy Azul”. Pasa a ser el caricaturista oficial del periódico Ultimas Noticias donde hace celebre su página los Cartones de Sancho, publicada sin interrupciones durante veinticinco años. Pero es su afán por remplazar las caricaturas importadas con producción nacional la virtud que le atraerá el seudónimo, favor del poeta Andrés Eloy Blanco1. Sancho funda la primera revista de historietas del país, de treinta y dos páginas a color, en huecograbado: El Gallo Pelón (1954). Seguida de Cascabel (1955), Martín Garabato (1956), Dinamita (1961), Lengua Larga (1962), y la célebre La Patota Política (1960-1970). Hasta crear la Escuela Latinoamericana de Dibujo, hoy Estudios Sancho.
La caricatura de Leo enfrentó al más feroz de nuestros gobiernos dictatoriales del siglo XX: el del general Juan Vicente Gómez. Más uno “de transición”: el del general, Eleazar López Contreras. Sancho enfrentó a la segunda dictadura más represiva del siglo: la del general, Marcos Pérez Jiménez. Un gobierno “de transición”: el del almirante Wolfgang Larrazábal. Mas la pléyade integra de la cuarta república, mal llamados gobiernos “democráticos”, quizá más dictatoriales a los dos anteriores juntos. Léase: Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, y como Sancho los denomina, “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”: Rafael Caldera, Jaime Lusinchi, Luis Herrera Campins y Carlos Andrés Pérez.
La palabra enfrentar, no obstante, resulta exagerada: sin demeritar su trabajo critico, Sancho confiesa que durante el régimen del dictador Marcos Pérez Jiménez no se podían hacer chistes sobre el Gobierno, ni críticas directas a la figura del Presidente, ni a su gestión gubernamental. Tampoco Leo, según él, puede mostrar una caricatura similar contra el “benemérito” dictador Juan Vicente Gómez, por las mismas razones de supervivencia. A esta abrumadora experiencia de realismo político Sancho puede añadir haber visto nacer y crecer el Movimiento Quinta República comandado por Hugo Rafael Chávez Frías hasta convertirse en Gobierno. Libros como “De Pérez Jiménez a Hugo Chávez, 50 años de Caricaturas”, “La Patota Política o las Mafias de la Cuarta República”, “Todo tiempo pasado fue Peor” y su libro de memorias titulado “Parece que fue Ayer”, demuestran su recorrido testigo, protagonista, historiador del país desde la caricatura, el humor, el absurdo. Sancho es leyenda viva del humorismo gráfico en Venezuela y Nuestra América. Su trabajo, la lista de reconocimientos es de viñeta, le ha hecho merecedor de tres premios nacionales de periodismo, el premio internacional Mergenthaler, seis premios municipales, seis condecoraciones de Orden al Merito entre ellas La Orden Cecilio Acosta y Francisco de Miranda.
Frente a la dimensión de un artista de su talla me animé a preguntar por los principios humanos del caricaturista, limitaciones, potencialidades. ¿Cuál ha sido el papel de la caricatura en el pensamiento y la historia del país, su función social, política, pedagógica? ¿Qué hace a un caricaturista soso, agudo, predecible, superficial, profundo, visionario? Compartimos con los lectores de historietologo este sucinto diálogo con el celebre caricaturista venezolano Carlos Galindo “Sancho”, como la mayoría de las conversaciones, ya saben, nunca definitiva...
1. LA ANÉCDOTA DEL SEUDÓNIMO CONTADA POR EL PROPIO SANCHO: “El poeta Andrés Eloy Blanco era asiduo visitante de “El Morrocoy Azul”, y en una de esas oportunidades sostuvo una cordial conversación con el “catire” Carlos Irazábal, el director del semanario entonces. Recuerdo la conversación hasta en sus más mínimos detalles, pues ambos se referían a mí: – Este carricito (el carricito era yo) es un “quijotito” – decía el catire – se la pasa todo el tiempo con una carpetica de manila debajo del brazo, donde tiene sus dibujos. ¡Y qué reclutando “colaboradores” para una revista semanal que piensa hacer!… ¡Figúrate, una revista de 32 páginas, nada menos. Él ni imagina cuánto cuesta eso! Y no le faltaba razón al catire para pensar así. Hacer una revista humorística así en nuestro país (como las que venían de la Argentina, “Patoruzu”, “Rico Tipo” o “Avivato”) era impensable. En nuestro país en esa época sólo podían hacerse periodiquitos de 8 o 12 páginas a lo sumo, como el célebre “El Morrocoy Azul” ¡Pero hacer 32 páginas en huecograbado y en colores ni pensarlo! Yo creía que podía realizar ese sueño entonces… ¡Pero sí lo realicé, aunque 6 años más tarde cuando cree “El Gallo Pelón”! Andrés Eloy le replicó – Entonces será un Sancho. El catire pareció no estar conforme con la respuesta del poeta y le repreguntó. – ¿Por qué dices eso Andrés Eloy? El poeta concretó: --El verdadero protagonista de “El Quijote” es Sancho. Don Quijote es un viejo loco que anda enfrentando molinos de viento a los que confunde con gigantes. En cambio Sancho es el hombre práctico que lo secunda pero no es un iluso como el viejo. El sabe lo que está buscando: una gobernación de la Ínsula Barataria. Yo no había leído “El Quijote” entonces, pero me impactó la apreciación del poeta y a la semana siguiente comencé a firmar “Sancho”, que tenía similitud con mi apellido de entonces. Y desde esa época lo vengo usando,”. (Carlos Galindo, Parece que fue ayer, Caracas (2009), Editorial Caren, C.A, pág.,33, 34.) |
S– Yo creo que yo soy un sobreviviente de esa Memoria. Noventa años.
N– ¿Sancho, qué función cumple el humor en la caricatura?
S– Todo, claro. Eso puedo decírtelo 50 años después.
N– ¿Y el absurdo?
S– La caricatura toda es un absurdo.
N– Vamos a conversar un poco sobre la historia de nuestra caricatura, Sancho. Leoncio Martínez es uno de los pioneros del humorismo gráfico en Venezuela con la revista Fantoches. Esta circula durante el gobierno de Juan Vicente Gómez entre los años de 1923 y 1932. Sale de circulación y regresa tras la muerte del dictador para un segundo periodo corto de 1936 hasta 1940-41, en el gobierno de Eleazar López Contreras. ¿Tuviste alguna relación con Leo, lo conociste, lo admirabas?
S– Lo admiraba, pero no lo conocí. Cuando yo llegué a Caracas ya él tenía un año de muerto. Pero... yo aprendí con él.
N– De qué manera?
S– Uno empezaba copiando a los maestros. Copiándolos sin profundizar mucho. Adquirías el dominio del muñeco, que era el comunicador. El muñeco era el gran comunicador de masas, y entonces, ese fue mi conocimiento que obtuve con Leo, en realidad. Pero no lo conocí.
N– Tú llegaste a Caracas proveniente de Barcelona, estado Anzoátegui, según tus recuerdos, un día de 1943. Con tu mamá adoptiva y tus hermanos, llegaron a la casa número 55-A, ubicada entre las esquinas de Muerto a Gobernador, en la Parroquia Santa Rosalía.
S– Así es.
N– Dicen que había un restaurante español en esa esquina que preparaba una paella de las mejores que se han servido en Caracas.
S– El Pachano. ¿¡Pero tú conoces!?
N– Un poco. Amo Caracas. Soy su cronista aficionado ¿Leo ya había muerto para entonces Sancho?
S– Si...
N– ¿Qué te gustaba de la caricatura de Leo? ¿Qué admirabas de su trabajo?
S– Bueno, lo que se podía admirar en aquella época, que era: la espontaneidad. Las caricaturas de Leo eran muy buenas en el aspecto, digamos, de tipología. En el aspecto, digamos, de la naturaleza de esa época.
N– ¿Era Leo un agudo lector de nuestra realidad nacional?
S– Si. Pero no te podías meter en política. Todo eso que cuentan de que Leo cuando Juan Vicente Gómez es mentira, yo lo demostré en una conferencia. Estuvimos buscando en toda la colección de Leo, y es que, era imposible…
N– ¿Qué era imposible?
S– Era imposible criticar a Gómez personalmente…¡Y menos por la prensa…!
N– ¿Según tú, no existe en todo “Fantoches” un dibujo de Leo que critique directamente a Juan Vicente Gómez o a su Gobierno?
S– Si no lo crees, te reto a que lo busques en las hemerotecas…
N– En la caricatura de Leo aparece ilustrado el conflicto político y social que generaba la explotación petrolera hecha por las empresas estadounidenses en nuestro país. Leo hace una contraposición crítica a esta realidad desde dos personajes: “Juan Bimba” y Míster Danger. Como personajes: ¿qué opinión te merecen?
S– El creador de Juan Bimba no fue Leo sino Andrés Eloy Blanco, quien creó a Juan Bimba, no como la tipología del venezolano de la época, sino como un hombre del pueblo: analfabeta y pata en el suelo. Después nosotros, los caricaturistas posteriores, nos encargamos de darle una personalidad y vincularlo a la ideología del nacionalismo, pero esa no era la idea de Andrés Eloy. Míster Danger era el gringo. Pero el gringo no tenía la connotación que tiene actualmente, al modo de Trump o Bolsonaro, era otra cosa. Pero no te olvides que en ese tiempo yo era un muchacho de trece años… Yo entro en el periodismo porque no había otro, y yo era el más moderno, el que más podía trascender. Claro, yo entiendo tu punto de vista, pero es el punto de vista de un hombre del siglo XXI.
N– Haciéndote preguntas sobre tus recuerdos de hace setenta años.
S– A una persona que ya cumplió noventa.
N– Es verdad, Sancho, pero no puedo ser indulgente contigo porque posteriormente en tu celebre caricatura “La Patota Política”, vas a recrear ese mismo conflicto, incluyendo a todos los políticos, empresarios e intelectuales del país, con la presencia de personajes inspirados en los personajes de Leo: Mister Oil (El magnate petrolero) y Juan Bimbita (el hombre del pueblo). Más otros emergentes como “El hijo Adeco” y “Petróleo Crudo” (el obrero petrolero). ¿Qué personaje es El hijo Adeco, qué características lo definen?
S– El hijo del adeco es el oportunista que no sabe todavía lo que es… Igual que ahora.
N– ¿Cuál era en tu criterio el mejor caricaturista nacional cuando te inicias como caricaturista a finales de los años cuarenta, principios de los años cincuenta en el Morrocoy Azul y Ultimas Noticias?
S– Pardo era el mejor, indudablemente.Pero también sufría las limitaciones impuestas por un espacio con un pequeño monologo final muy breve. Entonces no se podía opinar mucho políticamente.
N– Era un problema de censura pero también de formato?
S– Si,
— A Pardo lo despiden de Ultimas Noticias y lo suple Ricardo, quien muere prematuramente. Tú llegas por Ricardo. Tu primera caricatura para este periódico se publica el 18 de abril de 1951 bajo el título de “La Caricatura de Hoy”, pero al día siguiente, casualmente un 19 de abril, día de la firma del Acta de Independencia Nacional, aparece con la firma que llevará durante veinticinco años: “Cartones de Sancho”. S– Nunca me inscribí en ningún partido. En el aspecto político yo sigo siendo un estudioso. En cualquier época siempre hay cosas que yo no entiendo. Por lo menos yo, ahorita, no estoy seguro de la realidad venezolana. No estoy seguro porque mira, antes tenías muy poca información, y ahorita tienes demasiada. Pero siempre hay algo más que no sabemos. Nos lo ocultan o lo que sea, pero no lo sabemos. Venezuela es un pedacito de un todo muy grande, hermano. Yo soy un profesional de la caricatura, pero de la caricatura nada más. A lo mejor García Márquez es un genio en una actividad, en la escritura, pero lo sacas de ahí y a lo mejor, en otra actividad no.
S– Así es…
N– Inicias labores en este periódico de circulación nacional en plena dictadura perezjimenista. Sin embargo, en 1953, recibes de manos del propio dictador presidente, Marcos Pérez Jiménez, el premio nacional de periodismo otorgado por primera vez en nuestro país a un caricaturista.
| S– Así fue.
N–¿Qué cuidado especial tenías para hacer caricatura política en pleno perezjimenismo sin caer preso o condenarte a muerte? ¿Por qué un gobierno cómo este te concedió un premio nacional? ¿Cómo era tu caricatura?
S– Mira, hay algo que no me estas preguntando, pero puedes preguntármelo, porque es un tema filosófico. Yo creo en el predestino de las personas, y cada día estoy más convencido de eso, de que uno es un predestinado. Uno de los ejemplos más patéticos sería mi cercanía con Walt Disney. Tú dices bueno, pero, ¿cómo es posible, que un carricito que vivía allá en Barcelona, que ni sabía quién era su papa, que no tenía ni medio, ni siquiera para llegar a Caracas, llegó a conocer a Walt Disney, a ser huésped suyo en un curso de dibujos animados recibido en Estudios Disney, a pesar de todas las diferencias que existían?
N– Predestino suena interesante. Te reitero la pregunta, Sancho: ¿qué cuidado especial debías tener para hacer caricatura en el perezjimenismo sin caer preso?
S– Por qué te digo yo que somos predestinados. Porque hay algunos que veían la política, el aspecto político, y se iban de frente, como es el caso de Rius, en México. Mis caricaturas siempre tuvieron un marcado tinte social. Por eso pude hacerlas durante la dictadura sin que el gobierno se sintiera demasiado aludido.
N– ¿Era esa tu astucia?
S– Yo no tenía conciencia de eso. Pero esa es la caricatura que persevera y queda en el tiempo.
N– ¿En los años cincuenta el cuidado para permanecer fuera de la cárcel o no morir era no irse de frente contra la política?
N– Así es
S – Pero en “La Patota Política” en los años sesenta y setenta, en la llamada “democracia” entre comillas, vas de frente contra la política. Cómo explicas…
S– ¿Esa posición?
N– Sí. En los años cincuenta tú cuidado era no irte de frente contra la política pero en los sesenta y setenta vas de frente siendo un caricaturista más maduro. ¿Qué cambió? ¿Qué cuidado había que tener entonces como caricaturista para, no tener problemas con los personajes de La Patota Política, sufrir la censura del gobierno o del dueño del medio en que se trabajaba? ¿Qué era distinto en esos años al punto de quebrantar un precepto ,que en tus palabras sobre el buen caricaturista y la buena caricatura, resuena como un principio?
S– (Risas) Primera vez en mi vida que estoy ante un filosofo...Entrevistado por un filósofo. Los demás, chico, eran caricaturistas, periodistas, etcétera, porque esa pregunta que tú me haces es sumamente interesante. Vamos a ver si yo recuerdo, empezando por allí. Vamos a hablar con sinceridad, vamos a ver si yo lo recuerdo, porque yo puedo recordarlo desde un punto de vista, pero no desde el otro. Todas las caricaturas que yo hacía en esa época de Pérez Jiménez eran políticas también, pero fíjate tú, hay algo que yo todavía no me lo explico, y era el poder que yo tenía como caricaturista, pero yo no lo sabía. Yo no lo sabía. Y por qué te digo esto: bueno, porque a mí me llamaba Rómulo Betancourt y me abrazaba, y me abrazaba Pérez Jiménez, y me abrazaba Wolfgang Larrazábal, y todo el que quería de los grandes. ¡Me buscaban! Pero yo no caía en sus redes, sin saber por qué. O sea, no era que yo decía yo estoy con este, no estoy con estos, ¡no! No existía ese criterio aplicado, porque era eso.
N– ¿Cómo entendías la caricatura en esos tiempos, Sancho?
S– Yo entendía la caricatura como la ilustración, era ilustrador. Nosotros, los caricaturistas de la época ilustrábamos la escena, pero no profundizábamos.
N– ¿Militaste o te inscribiste en algún partido político, Sancho? Te lo pregunto porque me llama la atención la pretensión de imparcialidad pulsante en tu trabajo, hablo especialmente de “La Patota Política”.
N– Un caricaturista parcializado o doctrinario: ¿es un mal caricaturista?
S– Sí.
N– ¿Por qué?
S– Bueno, porque no eres espontáneo. Porque, como te voy a decir: no eres sincero. No puedes ser sincero. Vamos a ver como lo enfocamos… Yo no te voy a decir que en muchos casos ser caricaturista de izquierda o de derecha sea un asunto de oportunismo; no es oportunismo. Tú estás en un bando o estás en otro, muchas veces, porque naciste del lado de ese bando, o porque caíste ahí. El problema para el caricaturista es estar al servicio de una ideología que no sabe si es real, o no es real. La caricatura, los caricaturistas, entre paréntesis, somos los únicos artistas que andamos en la cuerda floja, entre la política y la realidad.
N– Tú vienes de un origen sumamente humilde. Te hiciste solo según se desprende de tus memorias. Sin padres intelectuales, sin familia ligada a universidades ni afecta a lecturas complejas y teóricas de la realidad política o socio histórica, ni formadas en el sindicalismo obrero, ni militantes de partido. Te pregunto, Sancho: ¿cómo te diste cuenta de las ideas y el modelo de sociedad que defiendes?
S– Yo soy el único caricaturista en este país, el único, que ha sido consecuente y que no estuvo de paso por la caricatura, como Carlos Cruz Diez o Jacobo Borges, ahí me fui formando. Nosotros éramos portavoces de algo que no sabíamos qué era. Y que seguimos sin saber qué es. Yo, ahorita, a mis noventa años, tengo mis dudas, si el capitalismo es mejor que el socialismo o viceversa. Ahora, yo te hago a ti una pregunta: ¿qué es mejor: el socialismo o el capitalismo, en tu concepto?
N– En mi concepto es mejor el socialismo.
S– En el mío también. Por eso te digo que... nosotros, permaneceremos eternamente con esa idea. Porque no nos ha sido impuesta. Cuando tú dices el socialismo, yo te adivino tu pasado inmediatamente. Todo el pasado, la humildad, todo lo que tú quieras. Yo no estoy metido, ni voy a estar nunca, metido en la derecha. Pero entiendo que es muy difícil renunciar a lo que se tuvo de cuna: los grandes emperadores romanos, los grandes “cacaos”, no quieren perder sus privilegios, olvídalo. Los Napoleón Bonaparte y los Simón Bolívar son muy pocos en la historia, a ellos les tocó vivir una transición. Tú te pones a ver bien la historia de Simón Bolívar, entonces, tú ves, los cambios, la mayoría obligado por un hado.
N– ¿El problema estaría en que Juan Bimbita o Petróleo Crudo defiendan los privilegios de Mister Oil? Hablo de tus personajes.
S– ¡No!, ¿¡como te imaginas…!?
N– ¿Se alimenta el humor de lo absurdo, Sancho?
S– La caricatura es un absurdo total. No parcial…
N– ¿Socialismo y capitalismo son a tu modo de ver irreconciliables, Sancho?
S– El socialismo es mejor para nosotros, para los socialistas. Y el capitalismo es mejor para los capitalistas. Yo pienso que el problema está en que nos unieron, alguien nos unió, nos incorporó, y de allí surgieron los conflictos, que vienen desde la época de los Tupac Amaru, hasta ahora. Los europeos tenían una forma de pensar diferente a nosotros, los pueblos indígenas, hoy latinoamericanos, caribeños. El problema se origina aquí.
N– Siguiendo el hilo de las incertidumbres metódicas, Sancho: ¿qué opinión te merece un organismo como la Organización de Estados Americanos?
S– Es una farsa total…
N– ¿Y la Sociedad interamericana de Prensa que te dio el premio Mergenthaler?
S– También…Solo que entonces yo no lo sabía…
N– La duda metódica tuya de si es mejor el socialismo o el capitalismo está muy presente hoy día en nuestro país. Esa hipotesis puede constatarse escuchando conversaciones cotidianas en cualquier lugar de las ciudades, pueblos, comunidades, zonas rurales. A mi particularmente me parece un avance cultural tremendo que la duda exista, sea una discusión, un acertijo cotidiano, en otros lugares ese ya no es tema. Sin embargo, paradójicamente, ninguno de nuestros o nuestras caricaturistas ha captado esa inquietud, explotado esa duda intermedia, doctrinarios hay de lado y lado. ¿Por qué crees que ningún caricaturista de nuestra actualidad ha trabajado esa duda? ¿Qué está pasando Sancho, cada quién está demasiado en su esquina tratando de impartir o defender doctrina?
S– La caricatura tuvo su época. Yo pienso que ya el caricaturista no tiene sentido, porque ahorita hay otros medios, lo último fue internet.
N– Ni siquiera marcando la línea editorial de un periódico: en La Mancheta?
S– Esa es otra cosa.
N– ¿Crees que el exceso de información posible desde un medio como internet se la ponga más difícil al caricaturista para poner a pensar con humor?
S– Mira, más allá de las cosas que tú haces para preservar, hay cosas que tú las haces inconscientemente, porque te lo está imponiendo la moda. Pero lo que no te impone la moda es el pensamiento, o sea, yo puedo tener un estilo: hago los muñecos más patones, más cuadrados, más largos, más... pero, el pensamiento… Mira, yo no creo que pueda haber, ni uno solo, en el mundo: un caricaturista de derecha.
N– Está bueno eso. ¿No puede haber un caricaturista de derecha, imposible?
S– Imposible. Para mí no es objetable…
N– ¿Y si es de izquierda no puede estar parcializado, ni ser doctrinario?
S– El caricaturista de izquierda lo es de naturaleza. Cómo te digo... el ejemplo es: no es lo mismo compartir lo que tienes, que lo que te sobra. Osea, tú y yo, los dos, dependemos de un pedazo de pan. Decir, mira, te voy a dejar este pan para que no te mueras tú, es muy difícil. Yo te lo voy quitar si no eres más fuerte. Si soy el más fuerte yo te voy quitar el pedazo de pan a ti, porque yo creo que soy más importante que tú. (Risas). O sea, si tú tienes un pedazo de pan, y tú sabes que con ese pedazo de pan vas a comer, y vas a vivir un día, y yo también tengo hambre, bueno, es difícil que tú me des de tu pan. ¡De tú pan! Si te sobrara sí. Pero de tú pan, de tu propio pan, es difícil.
N– El primer escenario es la supervivencia.
S– Si. Quizás…
N– ¿Vale esto como un principio humorístico en la caricatura?
S– No sé…Nunca me ha pasado…
N– Lo interesante es que un padre o una madre sea de izquierda o derecha ante una situación como la que expones prefiere que su hijo viva, le dan el pan. Lo otro esperanzador es que también ocurre esto muchas veces en situaciones límite, como los desastres naturales, terremotos, incendios, inundaciones. Ahí muchas veces ves a un extraño que se sacrifica por una mujer o un niño.
S– No creo que seamos “egoístas por naturaleza “Así como esa madre deberían actuar todos los caricaturistas del mundo”.
N– ¿Un buen caricaturista debe jugar con sus incertidumbres? ¿Más que pontificando con certezas, mostrarse tratando de entender la realidad humana, económica, cultural, social y política del mundo?
S– No puedo hablar por los otros. Hablo solo por mí…
N– ¿Cual es el estado actual de la caricatura, en Venezuela?
S– El estado actual es lamentable. Desapareció por completo. Es que yo no la veo por ninguna parte. Son pésimas, mediocres, porque no son objetivas. El hecho que yo te decía hace un rato, que los caricaturistas tienen una espiritualidad: ¡eso es verdad! Eso no es que tú eres un caricaturista malo o bueno porque tú quieres. Imagínate, ¿quién va a querer ser un caricaturista malo? ¿Quién quiere ser un cantante malo?: ! nadie! (Risas)
N– ¿Quiénes serían hoy La Patota Política, Sancho?
S– (Risas) La patota tuvo su época, pero es la misma de hoy ¡Y será la misma de mañana! ¿Me entiendes…?
N– ¿Crees que sería pertinente revivir la Patota Política. Una tercera temporada. Se vendería, Sancho?
S– Se vendería muy bien en ciertos círculos, pero no sería masiva. La Patota Política tuvo una trascendencia increíble. Ahora, ¿yo la veía así?: No. No la veía (Risas). ¿Por qué? Porque yo estaba ceñido a un esquema. Mira, te voy a leer algo de La Patota Política interpretada 50 años después: “Después que publiqué mi libro, “La Patota Política”, o las mafias de la cuarta República, me di cuenta de que las tiras habían salido un poco desordenadas, y no lograban transmitir lo que yo quería que transmitieran, que era, el despelote de la célebre política nacional de la llamada cuarta república: insustancial, estúpida y oportunista, en donde todos los políticos participantes claramente buscaban su propio beneficio personal, actuando como simples burócratas del sistema, de espaldas al pueblo venezolano que ya comenzaba a darse cuenta de la teatralidad de sus actuaciones”.Cuando comencé a dibujar mi Patota, no sabía a ciencia cierta cuál sería la estructura final de la historieta, ni cuáles serían sus protagonistas definitivos, y muchísimo menos, la filosofía de la misma, pues las tiras cómicas también tienen su filosofía. No son como una vez me dijo un publicista amigo, que las tiras cómicas eran solamente unos muñequitos que se comunicaban entre sí mediante unos globos dibujados, rellenos de texto. ¡Y nada más le dije yo! Nada más, me respondió. Pero fíjate tú: yo no tenía idea clara de lo que sería La Patota Política, ni la importancia histórica que esta adquiriría en los años posteriores. Pensaba solamente en divertir a los lectores de mi periódico, narrando, mediante dibujitos, las peripecias de los protagonistas de la historieta que yo había concebido como un par de tontos, similares a Benitín y Eneas, la tira cómica más famosa de la época, o similares al también estilo de la pareja de cómicos cinematográficos norteamericanos, Laurel y Hardy, Abot y Costello, y también por qué no, de los mexicanos Tin Tan y su carnal Marcelo. Así iban a ser Don Leoncio y Camburito, un par de payasitos haciendo tonterías para divertir al público, sólo eso, porque lo demás, eran especulaciones. Entonces fíjate: todos los grandes humoristas de la época lo que hacían era eso, pero no era porque no querían hacer otra cosa, sino porque no veíamos más allá, no veíamos más allá de la nariz. Si nosotros hubiéramos sabido por lo menos que eso era un instrumento, que la historia nos iba a recompensar con creces, a lo mejor, hubiéramos administrado mejor los hechos.
N– O a lo mejor te hubiesen crucificado.
S– Exactamente.
N– En el libro Todo Tiempo Pasado fue Peor, encontré una caricatura tuya en que haces referencia al tema de la guerrilla o lo que tú llamas la Revolución Popular de los años sesenta. Es una viñeta en la que dices, El problema de Caracas, cuando no había Luz, eran los aparecidos, ahora son los desaparecidos.
S– Habían caricaturas fuertes. Lo que pasa es que la gente no asociaba la caricatura con la realidad del país. Qué cosa. El Gobernante era inaccesible. Imagínate, yo me empujé cinco años de Gómez. Yo tenía cinco años cuando murió Gómez. Todo López Contreras, todo lo de Medina Angarita.
N– ¿Existió en la cuarta república algo como las guarimbas? Ver a parte de nuestra juventud llegar a niveles de desprecio y odio contra el adversario político al punto del fascismo, al punto de solicitar su aniquilación, su muerte, de llegar a quemar un ser humano en las calles por no compartir ideología política.
S– No, no es la primera vez que sucede. En la Patota Política yo recreo muchas veces ese cuento.
N– ¿La represión, Sancho?.
S– Mira, uno lo narra, y lo vivió, y no lo vivió. Porque nosotros estábamos obnubilados, es decir, había dos revoluciones, la literaria que era en la que participamos nosotros, y la popular. Yo la Popular no la viví. Vivía la literaria.
N– Te acercaste en esos años a la gente del “Techo de la Ballena”, por ejemplo.
S– Ni siquiera. Yo nunca fui del “Techo de la Ballena”, para que tú veas. Habían muchos escenarios, muchos, “El Techo de la Ballena” era uno. Pero en realidad, muchos de esos escenarios eran la propia pregunta de la Patota: vivíamos una farsa.
N– Tú caricatura ha tenido y tiene un carácter nacionalista y pedagógico, razón que le impide ser pesimista. ¿Un buen caricaturista es un pensador de coyuntura, o un educador popular con mirada previsora de futuro?
S– Lo segundo. Debería ser eso.
N– Don Prudencio es la medula de un personaje tuyo con esas características. Simón Rodríguez, nuestro gran filosofo y maestro del Libertador, confiesa escribir para enseñar a pensar. ¿Enseñar a pensar es también una de las funciones del caricaturista?
S– Es su única función: pero es lo que te digo, uno actúa inconscientemente, espontánea pero inconscientemente, hablo por mí. Por eso yo vuelvo a la idea de la predestinación. Estamos hablando el mismo idioma. Y yo pienso, no sé porqué, cómo está tú tiempo.
N– Bien. Perfecto. Tengo mucho.
S– ¿Tienes tiempo?
N– Si.
S– Porque, yo pienso, creo que esto va a dar para varias entrevistas, porque primero y principal, eres una persona que va al fondo de las cosas. Cuando tú me hablas de El Pachano, cuando me hablas de Muerto a Gobernador, yo sé que me estás hablando con sinceridad, como si vivieras, o a lo mejor, viviste en esa época.
N– A lo mejor viví en esa época.
S– A lo mejor viviste en esa época.
N– Es muy probable.
S– Bueno, y por eso yo te digo que, ¡hay una espiritualidad en todo esto! Yo, como se dice, estoy casi seguro que eso es así.
Agradecemos las imagenes a Julieta Galindo, Directora Ejecutiva de Estudios Sancho C.A.