¿Quién es?
Cecilia Pego
conquistó al público de la ciudad de México con su tira Terrora y Taboo en los años noventa como parte del
legendario suplemento Histerietas del periódico La Jornada. Tras una ausencia del país por su estancia
de varios años en el extranjero, Cecilia vuelve a la escena historietil sumando
a su obra su reciente trayectoria como pintora. Pego está próxima a publicar su
primera novela gráfica titulada Exilia, que será presentada el 12 y 13 de noviembre en el evento FESTO en el Centro Cultura España.
Página(s) Web: Cecilia
Pego, Sardonia y Chamuco
Realizada: 11-06-2011 *
Para mí el arte es
ahí donde existe la verdadera libertad de pensamiento y acción.
¿Leías historieta de
pequeña? ¿Cómo te aproximaste a la historieta?
No era gran lectora de historietas en la infancia, pues no me
llamaban la atención; de hecho, tampoco de adolescente. Me gustaban las
caricaturas en la televisión y el anime. A mi generación le
tocó en suerte disfrutar las series de televisión animadas japonesas Tritón, La Princesa
Caballero...
En mi casa había mucho amor por los libros. A mi papá le gustaba
la literatura clásica, así como también la pintura. Creo que fue esa
combinación, la de estar siempre cerca de ambas disciplinas artísticas, lo que
me influenció en algún sentido sobre mi manera de expresarme. Ahora reflexiono
que en mi novela gráfica (y en mi obra en historietas) he tratado de unir ambos
lenguajes.
Hace unos años hubo períodos en los que intenté sólo escribir y
otros tantos nada más pintar, pero nunca pude dedicarme a una sola disciplina.
Siempre necesité el lenguaje de la novela gráfica para expresar cuestiones que
sólamente se pueden expresar como una imagen, lo mismo que otras cosas en
texto…
¿Cuál fue tu primer
personaje de historieta?
Yo me inicié en la caricatura política, en los años noventa,
publicando en el Diario
de Juárez (cuando vivía en Ciudad Juárez, Chihuahua).
Me pidieron que hiciera una tira política de cuatro cuadros que titulé Sardonia y su perro
Chamuco, la cual de alguna manera es una antesala de Terrora y Taboo.
Sardonia era una señora que tenía una cocina
económica y recibía a toda clase de gente: niños de la calle, políticos, etc.
Su perro Chamuco no hacía nada, nada más estaba ahí (¡ah, pero era
extraordinariamente popular!). Esta tira política fue publicada durante
bastante tiempo.
Haces uso en Sardonia de varios elementos
semióticos, particularmente en tus personajes industriales, ¿cómo llegas a eso?
El Hombre Fábrica... (lea más). |
Creo que era una tira bastante imaginativa… A veces uno se olvida
que en los comienzos, a pesar del trazo torpe que uno pueda tener, hay muchas
ideas que a veces uno pierde por pudor, cosas más experimentales… Me gustaba
mucho buscar lograr arquetipos, combinar la figura humana con objetos… Era un
método que desarrollé para hablar de cuestiones políticas.
Generalizando, Sardonia trataba de Clase,
Género (el Charro), y Religión (la Catoloca)…
Como caricaturista política defendía todas las causas perdidas
(risas). De alguna manera eso era porque Sardonia
era un personaje maternal. Así me sentía entonces: quería defender las causas
perdidas a través de ella, hasta que me dí cuenta que yo era un alma perdida
también y que primero hay que analizar hacia adentro, internamente. Me encantaba hablar de los desprotegidos, los
animales, las mujeres, el fundamentalismo religioso… Estaba muy preocupada por
el hecho de que en México cayéramos en un estado totalitario, ya sea fundamentalista
religioso o de derecha.
Algunos añitos después,
¿crees que estamos más cerca de eso?
¡Es un Caos!
Ahora lo que trato de hacer a través de la fantasía es ampliar la
conciencia. Reconozco que actualmente en México no sólo hay problemas
políticos, pero el hecho de que la gente esté dominada por la agenda política
me parece deplorable. En México nos tienen domesticados para no pensar más que
en eso. También nos tienen muy
condicionados mentalmente, pues nuestra conciencia está reducida a los problemas
físicos y creo que la conciencia humana tiene
otras razones de existir: debe sembrarse, cultivarse y ampliarla en
otras cuestiones. Para mí el arte es ahí donde existe la verdadera libertad de
pensamiento y acción. Es hacer un ejercicio de imaginar al mundo de muchas
formas, y también de hacernos responsables de nuestra propia obscuridad o
maldad.
Hablando de humor en
general, ¿de qué crees que sirve la risa?
Ahora no estoy tan convencida… Es para liberar estrés,
definitivamente. Pero no sé si es contraproducente porque a los mexicanos nos
encanta hacer burla de todo. Creo que eso psicológicamente no es muy bueno: de
alguna manera es como una risa nerviosa para hacer menos trágico algo que sí es
trágico. A la hora de reírnos sentimos alivio pero
sigue ahí el problema. Probablemente deberíamos profundizar y ser más serios.
No es que nuestra situación es melodramática: no somos de risa o de melodrama,
debemos percatarnos que vivimos en una tragedia. En México, creo que en la
literatura no sería bueno usar el melodrama o el chiste y la risa, pero sí
empezar a hacer uso del género del terror (porque es lo que estamos viviendo) y
de la tragedia griega (porque lo que nos está pasando es una tragedia).
A veces pienso que el humor en México es un recurso de
supervivencia. Demuestra inteligencia y gracia pero creo que no necesariamente
nos esté beneficiando… Nos hace sobrevivir la situación,
pero no necesariamente nos hace pensar y cambiar.
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Por ello, tiempo después hice Dr. Sarcasticus y su gato Taboo para no hablar de temas políticos (ahí, en esa historieta hace
veinte años, nació el famoso Taboo). Dr.
Sarcasticus era un filántropo que causaba hambrunas y
epidemias al tratar de componer al mundo, porque era un inconsciente. No me
gustaba mucho Sarcasticus porque era un hombre de edad y quise explorar un personaje que
inventé dentro de esa historieta: Terrora, una mujer
absolutamente loca, siempre queriendo causar shock en
el mundo, sobre todo porque eran los 90s. Todavía no existía el problema de
terrorismo en Estados Unidos, por eso fue posible que lo hiciera. Quería
explorar la locura a través de este personaje, y ahí nació Terrora y Taboo, en 1994.
Terrora tiene algunos rasgos
anarquistas, también algunos podrían suponer que es un alter ego tuyo. Pero dinos, ¿qué
mujeres alimentaban esa visión de mujer?
El personaje nació de mi desilusión sobre el estado del mundo en
general, así como de la política, de tanto cinismo que había entonces.
Chihuahua fue el primer estado que tuvo un gobierno Panista e instantáneamente
la gente se dió cuenta que era lo mismo que tener uno Priísta; la situación
social y económica era la misma independientemente del partido político electo.
Entonces empecé a criticar directamente al ciudadano, al votante, ya no al
político. Ahí es donde realmente decidí no hacer más caricatura política: me
parecía un acto inútil estar reciclando las mismas ideas y que no tuvieran
ningún sentido ni efecto…
Terrora nace de la frustración de ver que el mundo estaba totalmente
loco, del cinismo de los políticos, de la gente (porque era la época que
comenzaban los reality
shows, los escándalos). Quería concebir una verdadera
anarquista, una verdadera rebelde que enfrentaría a este mundo más loco que
ella, queriendo causar escandalo y no pudiéndolo causar porque no era peor que
todo eso. Quería hacer una crítica social. Al sentirme alienada, podía a través
de este personaje vivir la frustración con un mundo inmerso en el escandalo y
el cinismo.
Terrora se publicaba en el suplemento
Histerietas del diario La Jornada.
¿Cuantos años duró Histerietas
y como fue
trabajar con Magú de editor?
Para mi Magú fue un editor fantástico. Era muy exigente porque en
aquella época las Histerietas eran muy populares, y para muchos chavos (como yo) era nuestro
“máximo” entrar ahí. Yo entré porque llegué con varias historietas publicadas, y entendía que
el periodismo es una carrera de resistencia: uno tiene que demostrar la
capacidad de hacer entregas cíclicas a tiempo. Era un editor fantástico: nos
daba total libertad de pensamiento, nos animaba a explorar muchas cosas, y lo
fascinante es que insistía mucho que no habláramos de política, lo cual fue
liberador. En México hay un abuso: si no hablas de política la caricatura no
tiene validez, no existen otros temas.
Afortunadamente ahora veo un renacimiento de la novela gráfica.
Este año se publicaron varios libros de colegas, incluyendo Patricio Betteo,
BEF, Augusto Mora,
y lo que me encanta es que nos hemos alejado del tema político. Lo que nos ha
unido a todos es esta exploración de nuestro mundo interior, que creo que es
fantástico. Es algo que necesita el país, hablar de otros temas que no sean
políticos.
Dibujaste ambos, pero
cuales prefieres: ¿perros o gatos?
Yo he tenido ambos: perros y gatos. Los perros son lindísimos.
Gatos no vuelvo a tener porque son animales salvajes, y creo que es una
equivocación decir que son domésticos: son fascinantes, inteligentes,
independientes, psíquicos, ven más allá, no respetan a la
autoridad, “conchudos”, libre pensadores, soñadores…
Los perros son animales domésticos. Como mascota, el perro Chamuco de la tira Sardonia era mi tótem. Creo que un poco reflejaba mi actitud obediente. De
alguna forma podría ser mi posición de ese entonces como ciudadano: perro
obediente.
Reflejo también con el Taboo en la historieta con Terrora mi actitud hacia la vida: como un gato curioso, independiente y no
domestico.
Los perros son muy lindos, obedientes y trabajadores. Pero el gato
sigue sus instintos, tiene su parte obscura… creo que fue subconscientemente
una manera de aceptar mi parte gatuna y tomarla como mi nuevo animal guía.
En Terrora y Taboo mucho del humor juega
con temas de relaciones amorosas, ¿eran cosas de tu vida?, ¿de dónde salían
esas historias?
Yo creo que a cualquier mujer le encanta hablar sobre el tema de
las relaciones (sobre todo amorosas).
En Terrora era hablar un poco sobre la frustración de no encontrar pareja. En
mi caso era ponerlo al revés: lo que uno quiere es el “hombre perfecto”, pero Terrora quiere un patán perfecto. Entonces ella “anda” con hombres-lobo,
psicópatas, etc., pero siempre terminan por desilusionarla porque no resultan
suficientemente locos. ¡Claro que no me gustan los hombres así! Pero era una
forma de poner el mundo al revés, de burlarme de lo que uno espera del amor.
Terrora sufría mucho porque los hombres no eran tan terribles como ella.
Después evolucioné un poco con mi personaje Madame Mactans, porque sus relaciones eran con asesinos seriales. ¡Era el amor
tal cual! El asesino serial la quería matar y ella creía que la estaban seduciendo
(Mactans es una asesina serial de asesinos seriales). Creo que fue una
etapa de mayor madurez mía, de aceptar a las personas tal y como son.
En fin, sí tienen que ver de alguna forma con mi vida, ¡pero de
manera sublimada! (Risas).
En Terrora y Tabú se maneja mucho el
tema del horror, cosas macabras, obscuras…
En la caricatura política uno explora mucho la oscuridad o
proyecta mucho la oscuridad en los políticos. Cuando empecé a hacer estos
personajes empecé a hacer un acto de introspección, deje de proyectar la
maldad, la fealdad u oscuridad que muchos seres humanos reflejan exteriormente,
por lo que empecé a ver hacia adentro.
A través de estos personajes me siento cómoda de explorar mis
demonios, porque es una manera de exorcizarlos, de contenerlos. Creo que es
necesario, es una cosa terapéutica. Es lo que exploro con otro personaje
bastante oscuro: Madame
Mactans, la asesina serial de asesinos seriales.
Mi necesidad es explorar la obscuridad propia, me intriga.
En algún momento en tu
trabajo haces mención en tu trabajo de la pintora Frida Kahlo, ¿qué mujeres son
referentes para ti?
No soy gran admiradora de demasiadas autoras… (Es que no hay
muchas). Creo que en México, las pintoras surrealistas a todos nos fascinan…
Curiosamente nos dieron más o nos alimentaron más que los muralistas, quienes
sólo hablaron de política. Creo que finalmente en el corazón de todos y en la
imaginación las surrealistas nos proporcionaron cosas vitales para ampliar más
ideas…
Las grandes surrealistas son mis referentes: Remedios Varo,
Leonora Carrington y Frida. Expresaban cosas muy personales pero que resultan
universales. No creo que a la gente, al fin y al cabo, le hayan influenciado o
conmovido el muralismo y la propaganda política. De ahí insisto que el arte es
más revolucionario que la propaganda política o el análisis político.
Cuando publiqué Terrora
y Taboo, hice una historieta sobre Frida Kahlo. Era
una burla no de ella, sino de cómo la han usado.
El trabajo de Frida Kahlo me interesa por la manera en que retrata
el dolor personal (todo el mundo se identifica con eso), más que cualquier otra
pintora…
Haces mucho uso de la
fantasía, el paisaje onírico, ¿qué buscas lograr en tu trabajo con esa
exploración?
Son sueños, aspiraciones… Creo que es mi necesidad de quererme
sorprender con cosas nuevas, de descubrir cosas nuevas al desarrollarlas, de conocer otras realidades, otros niveles de
conciencia… Esa exploración es como La Divina Comedia: hay que explorar,
descender a los infiernos, para acceder a los lugares más luminosos. Me encanta
ese contraste. Por eso me encanta también el contraste del blanco y el negro,
así como contrastar también los temas.
No puedo dejar ninguno de los dos mundos: me gusta irme de los
infiernos a los cielos… Siento que así somos los humanos: ambivalentes y
duales. Me gusta mucho explorar esa dinámica.
Siempre hay que lograr
un equilibrio entre la gráfica y el lenguaje. ¿Cómo te aproximas a tu trabajo?
¡Esa es una gran guerra en mí! Generalmente soy minimalista, pero
a veces sí quisiera llenar y explorar… pero tiendo a quitar elementos y quitar
elementos. Lo que más me importa en el trabajo gráfico es la composición.
Trabajo muchísimo en eso.
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